viernes, 26 de setiembre de 2014

La Tribuna

GUERRA DE PAZ.
 
Aplausos. Saludo la magnífica lección de moralidad que ha dado el ex magistrado Vladimir Paz de la Barra. Como se sabe, renunció al Consejo Nacional de la Magistratura al día siguiente  que ese ente rechazara el pedido de suspender en sus funciones al Fiscal de la Nación, Carlos Ramos y al Fiscal Supremo José Peláez. Su argumentación para irse del cargo es puritana. Afirma que ha quedado sin apoyo dentro del CNM. Alega que la fuerza de fiscalización de la mayoría de consejeros de dicho ente está mediatizada y que solo controla a los Jueces de mínima jerarquía, más fácil de combatirlos.
 
En su expresión de agravios al renunciar también critica la beatificación por mayoría de los Magistrados del CNM del Juez civil de Lima Juan Macedo a pesar de que este cuenta con ciento catorce medidas disciplinarias. Igualmente alega que no concuerda con la ratificación del Fiscal Provincial Lisandro Zapata Corrales, tío del operador montesinista Oscar López Meneses. El pleno del CNM rechazó las expresiones de Paz “por cuanto estas agravian a sus miembros y ofenden a la majestad de la institución encargada de seleccionar, nombrar y ratificar a Jueces y Fiscales así como destituir a los que trasgreden sus responsabilidades”.
 
Pero, reitero, que es muy importante su protesta porque se rechazara su pedido de suspender en sus funciones al Fiscal de la Nación por estar cuestionado e investigado por el caso “La Centralita”. La actitud de Paz de la Barra no es la muy burguesa de acomodarse y seguir callado pese a las discrepancias. Ha preferido poner el dedo en la llaga. Lo jurisdiccional en el Perú es un organismo enfermo porque donde se pone el dedo salta el pus, para emplear palabras reiteradamente dichas  desde el siglo XIX. Aquí lo cómodo es el contubernio, el silencio, el de los votos secretos. Aquí ha sido derrotada esa postura. La prensa y sobre todo los abogados deberían aplaudir esta decisión poco frecuente donde se prefiere el relumbrón del cargo.
 
En el APRA existía históricamente un culto por la renuncia a los cargos. En 1945 los Senadores y Diputados pertenecientes al partido aprista al momento de jurar acompañaban al Partido papeles en blanco con sus firmas para que los líderes apristas llenaran eventualmente las cartas con un texto de renuncia. Así fue y los parlamentarios entregaron sus epístolas abdicadoras en un mitin de la Plaza Manco Cápac. Podría ser un gesto no constitucional pero era valioso éticamente.

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