jueves, 11 de setiembre de 2014

Con Lupa

EL RESPETO.
 
 
Imagen de Luis Pardo AltamiranoEntre títulos “bamba”, apelaciones, promesas, sonrisas, paneles; cabes, bailes y cantos que ofrecen muchos candidatos enfrascados en liderar posiciones en una justa electoral tan venida a menos en sus propuestas, la población -amén de la desconfianza- también aprecia la ausencia de aquellos valores morales mínimos necesarios como en este caso tratamos: el respeto.
 
Un respeto que se plasma en irrespeto, al no asistir a los debates pactados; en la intolerancia, en la no empatía (ponerse en el lugar del otro), pues no basta solamente con no agredir o ignorar, implica también escuchar con atención y sin el ánimo de cuestionar sus ideas, cabiendo inclusive la posibilidad de  aceptar a replantear las nuestras. Toda vez que el respeto hace una diferenciación total entre la persona y lo que esta piense o diga en un momento dado; llevándonos igual a aceptar nuestras diferencias personales, recordando que cada uno de nosotros tiene derecho a ser quien es. Por lo tanto, cada quien merece nuestro respeto y consideración.

 Nunca como ahora el ejercicio político expuso tan mala percepción. Por eso los candidatos deberían respetar a las personas, tratándolas como se merecen, de acuerdo a su dignidad de ser humano (todos somos iguales), y a la posición que ocupa en una colectividad. Vivir con buenos modales y normas de educación sin apropiarse de ideas ajenas. Reconocer los méritos de los demás, sin apropiarse del éxito ajeno, lo cual es injusticia. El respeto implica valorar a cada persona, su reputación y sus pertenencias. Cuando no se puede hablar bien de una persona es mejor callar. Evite juzgarla, si no tiene obligación de ello. La murmuración destruye el ambiente circundante, daña las relaciones interpersonales. No inicie ni propague chismes bajo ninguna excusa.
 
El respeto también es tolerancia, no atropella a otras personas y valora las diferencias. La cortesía, la amabilidad, el agradecimiento, la puntualidad, son actos que demuestran respeto. La valentía para expresar y defender nuestras ideas propias son sinónimos de respeto y consideración. El equilibrio entre estas dos posturas es señal de madurez.
 
Finalmente el valor del respeto con el ejemplo. Recordando que es durante nuestra primera infancia, cuando comenzamos a incorporar este valor esencial. En el proceso de enseñar al hijo cómo vivir, el ejemplo es determinante. Es uno quien enseña a los hijos a través del respeto hacia ellos, logrando que ellos respeten a uno y a los demás. Así, la próxima vez que vayas a entrar a su cuarto, toca la puerta antes de hacerlo; de esa manera, él tocará a tu puerta antes de entrar.
 

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