jueves, 9 de enero de 2014

O P I N I O N

LOS REMITIDOS.

Antonio ZapataEl debate nacional sobre concentración de medios y democracia obliga a repasar la historia del diario El Comercio. En efecto, las circunstancias de su primer éxito permiten entender mejor su afán por dominar el mercado periodístico de forma casi monopólica.

El Comercio nació en 1839 justo después de la derrota de la Confederación Perú-Boliviana. Su orientación era reflejo de su nombre. Se especializó en todo tipo de noticias comerciales y eludió el fervoroso compromiso político, que era frecuente en esa época.

Pero, el apoliticismo no fue la causa de su primer éxito, sino los remitidos. Sobre ellos, el año pasado apareció el libro del historiador Pablo Whipple, titulado La gente decente de Lima.  Según el autor, era costumbre escribir a los periódicos notas que uno mismo pagaba para que sean publicadas. Muchas veces, incluso eran anónimas.

El contenido frecuentemente era injurioso y era una forma de ventilar públicamente los pleitos entre personas. Con el gusto nacional por la polémica, bastaba que alguien publique una crítica para inmediatamente obtener respuesta.

Además, era una tribuna para presionar a las autoridades, principalmente a los jueces. Todo pleito legal era transformado en cadenas de remitidos, que buscaban ganar a la opinión pública para influir en las decisiones judiciales.

El Comercio fue el diario que más remitidos publicó durante sus primeros años y lo suyo fue dedicarse a cazar pleitos entre particulares, antes que a las noticias estrictamente comerciales. Es más, al cumplir su primer año, por un breve lapso, fue el único diario que se editó en Lima.

En ese momento, El Comercio consolidó su posición como el periódico más leído y basa en este hecho su condición como decano de la prensa nacional. Como vemos, el fundamento de esta posición fue la sección de remitidos, que era la comidilla de la gente.

Este tema también fue estudiado por Raúl Porras Barrenechea y Jorge Basadre. Según el maestro tacneño, el nacimiento de la república se habría caracterizado por una “orgía periodística”, nacida de la súbita desaparición de la represión colonial, para dar curso a la novelería impresa y al afán de ganar posiciones presionando al poder político.

Según Porras, El Comercio pudo sobrevivir más tiempo que sus contemporáneos debido a su independencia política, pero la sección remitidos fue la clave de su popularidad. El chisme y la calumnia se dieron de la mano en esta sección, que Porras califica como “repulsiva y amenazante”. De acuerdo a Manuel Amunátegui, uno de sus fundadores, El Comercio no gastaba en redactores, sino que cobraba por llenar su sección más leída.

Al igual que los seres humanos, pasados los años las instituciones desarrollan costumbres, que constituyen hábitos culturales normativos de su proceder. En la actualidad, El Comercio está reiterando una conducta fundada en sus primero años y que, como vimos, le trajo sus impresionantes éxitos iniciales.

Se trata de una fórmula bien establecida, consistente en incentivar disputas para influir en el poder político. En esa dinámica, su ideal es ganar una posición de monopolio, o lo más parecido a ello. Asimismo, su aparente independencia es una máscara que esconde la defensa de sus intereses particulares presentados como generales. Gracias a ello, amedrenta a la autoridad y su fin es ponerla a su servicio.

El libro de Whipple conecta los remitidos al Poder Judicial, el propósito de la sección era inclinar los conflictos legales. En este transcurso, El Comercio ha ampliado sus objetivos. Hace mucho que su blanco es Palacio de Gobierno. Ahí reside quien puede ponerle coto a su afán de avasallar el medio periodístico.

Pero, no ha descuidado el Poder Judicial. Ahí se halla la demanda interpuesta por un grupo de seis periodistas y finamente ha de decidir si es legal que un solo grupo periodístico concentre el 80% del avisaje nacional. Los remitidos de ayer se han convertido en el avisaje de hoy y ese es el verdadero interés de El Comercio ,.Siempre lo ha sido.

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