lunes, 13 de enero de 2014


NO MAS INGRATAS EXPERIENCIAS.

Juan Vejarano En la década del ‘90, luego del autogolpe del 5 de abril de 1992, el gobierno del ex presidente Alberto Fujimori diseñó una estrategia maquiavélica para su largo proyecto político, el cual además de poner contra la pared a los líderes de los partidos de oposición y de atentar contra la vida de varios de ellos, de traerse abajo los poderes del Estado para él manejarlos a su gusto, de imponer el miedo y el terror en la población para consolidar sus objetivos, de tirarse al piso el sistema de partidos y de generar niveles de corrupción nunca antes vistos, “compró” con dinero de las arcas del Estado las líneas editoriales de la mayoría de medios de comunicación. Con la venia de su hombre de extrema confianza, Vladimiro Montesinos, entregó montones de plata a los propietarios para tenerlos de su lado y le hagan comparsa durante su gobierno.

 Cuando uso el término “compró” es porque así sucedió literalmente, ya sabemos a cambio de qué. El propósito del fujimontesinismo era acaparar la mayor cantidad de medios para tener el control político del país, profundizar su cuota de poder y hacer aparecer ante la opinión pública de que vivíamos en democracia. Los distintos medios comprados se alinearon en un mismo discurso, los mensajes que propalaban –debidamente chequeados por los operadores del gobierno- tenían dos propósitos bien definidos: enlodar y mancillar la honra de aquellos que se resistían a la dictadura; y tergiversar lo que publicaban los medios que no cayeron en los tentáculos del poder, entre ellos La República.

 Y a las pruebas me remito. Cuando la ex agente del SIE, Leonor La Rosa, fue torturada por filtrar información  sobre los planes siniestros que tenía el gobierno para asesinar a periodistas incómodos a ese régimen, la congresista Martha Chávez salió a decir que La Rosa se había autotorturado, es decir que ella misma se había hecho esas graves lesiones. Los medios “oficialistas” le hicieron comparsa a lo que dijo Chávez, falseando una verdad que saltaba a la vista, se encargaron de maquillar la realidad.

 Ahora que ha surgido el tema de la concentración de medios, a raíz de la compra del Grupo Epensa por El Comercio, con lo cual tiene cerca del 80% del mercado de diarios, la pregunta es ¿queremos que se repitan esas ingratas experiencias?, donde había una manipulación descarada de la información, donde el escándalo y los temas triviales eran ensalzados para desviar la atención de los peruanos. Y en épocas electorales esto era más notorio, porque los medios solo publicaban lo que le convenía al régimen y apabullaban a quienes no conciliaban con sus ideas. Si bien no había una concentración de medios implícita, el gobierno indirectamente los había acaparado a través de la “compra” a sus dueños.

 Esta concentración puede ser muy peligrosa en las elecciones que se nos avecinan, porque allí los medios pondrán la agenda política, le darán tribuna al candidato que ellos elijan y se traerán abajo al que quieran, y por su gran poder manipularán la conciencia de la gente como mejor les parezca –sobre todo de aquella poco informada y leída-. Por eso es necesario que el debate continúe, para muchos puede ser intrascendente, pero en el fondo es de gravitante importancia porque de por medio está en juego la democracia.

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