La incertidumbre del futuro
La
humanidad está atravesando por un época sumamente peligrosa. Esto es obvio y todos lo sabemos, pero es
necesario seguir recalcándolo constantemente para que se adquiera una
conciencia militante con respecto al tema.
La nuestra se define como una época en sumo grado peligrosa por la
complejidad de una multitud de factores que, desafortunadamente, se han
sincronizado para convergir y coincidir en nuestro tiempo histórico. Y estos factores están generando una crisis a
nivel mundial de proporciones sin precedentes en la evolución de la
civilización humana.
Aunque
no comparto la perspectiva de aquellos vaticinadores, videntes o sibilas de
turno que interpretan apocalípticamente nuestra encrucijada actual. Debemos reconocer que la situación es seria y
precaria en todos los niveles y aspectos que conforman la civilización moderna. Es necesario adquirir plena conciencia de
ello porque no podemos seguir ignorando la situación, actuando y comportándonos
como si todo continuara igual que siempre, como si no fuera nuestra
responsabilidad, como si el problema fuera del vecino, y como si nosotros no
fuéramos los protagonistas directos del drama o tragedia que se esta guisando en
nuestra propia cocina.
La
lista de estos factores, o plagas modernas, es larga y conocida. En primer lugar la explosión incontrolada de
la población mundial que incesantemente compite cada vez de manera más agresiva
por los mismos recursos naturales finitos, escasos o terriblemente
administrados.
El
rápido crecimiento de una densa humanidad que sobrevive historicamente marginada
y sin acceso a los beneficios económicos, culturales y educacionales
tradicionales y por lo tanto se encuentra excluida de las técnicas y medios de
producción contemporáneos que requieren de conocimientos específicos y
concretos mas sofisticados. Masa que
exige, de manera cada vez más violenta, claro esta, la reivindicación de sus
más básicos derechos como miembros de la raza humana.
El
calentamiento global que constituye un resultado directo y trágico de la continua
y brutal contaminación del planeta y que está produciendo el consabido cambio
climático manifestado en esas terribles catástrofes o perturbaciones naturales
que están afectando y causando daños, en muchos casos irreversibles, en
regiones enteras del planeta.
La persistente
y aterradora amenaza de la proliferación nuclear y la carrera armamentista
continua siendo un cancer incurable que constantemente sigue afectándonos y en
el cual se gastan billones de dólares que podrían invertirse en encontrar
soluciones practicas a muchos de nuestros problemas.
La
guerras o conflictos ideológicos, étnicos y religiosas que amenazan la
seguridad y estabilidad de regiones enteras del planeta y la consecuente
intervención, muchas veces arbitrarias, de los gobiernos locales o de las
naciones más poderosas del planeta que agravan esas situaciones de por si ya
explosivas.
Los
males crónicos modernos como el cáncer, en sus múltiples manifestaciones, el
estrés de la vida moderna, la diabetes, la presión arterial, el colesterol, la
obesidad, la demencia senil y muchas otras enfermedades típicas de nuestra
época que no solo se han convertido en un flagelo de nuestra doliente humanidad
sino que involucran un enorme desembolso y desangre de recursos no solo
económicos sino también sociales y sicológicos tanto a nivel individual como
colectivo.
Para el
colmo de los males, y como si la situación no fuera ya de por si grave, para confrontar
los efectos nocivos de la última crisis
económica que continua afectándonos globalmente, muchos gobiernos se han visto obligados
a tomar medidas de austeridad extremas o draconianas cuya consecuencia es el
debilitamiento del poder adquisitivo de la clase media y, consecuentemente, su
eventual deterioro como fuerza productora, consumidora y esencial en el
crecimiento económico de una sociedad de mercado libre. Y en la medida en que el poder adquisitivo de
la clase media continúe mermando, gradualmente muchos de sus miembros pasaran a
engrosar las filas de la población marginada.
Podemos
estar en desacuerdo o discrepar respecto a la magnitud de la gravedad de la coyuntura
actual en la que se encuentra involucrada toda la humanidad, pero una cosa está
absolutamente clara: no vamos a resolver los problemas actuales empleando
soluciones generadas dentro de las sempiternas y sobadas perspectivas
convencionales de siempre. La coyuntura histórica actual es evidencia
tangible que los sistemas económicos y políticos existentes han cesado de ser
eficaces y efectivos para satisfacer las necesidades y retos que el hombre
moderno confronta. De la misma manera, las
instituciones creadas para solventar este tipo de crisis han devenido en
instituciones anticuadas y anacrónicas y, por lo tanto, disfuncionales. Precisamente son estos sistemas económicos y
políticos actuales y sus instituciones los responsables directos o indirectos
de crear el status quo vigente en el
mundo.
Las
causas que han producido este desenlace se han venido generando durante los
últimos dos siglos. Por lo consiguiente,
no hay solución fácil ni barata, ni los cambios se producirán de la noche a la
mañana. Pero es imperativo comenzar a preparar
a las futuras generaciones de una manera sistemática y efectiva para los graves
retos que esperan agazapados en el mundo del futuro. Esta preparación tiene que llevarse a cabo no
desde la perspectiva del sistema de educación tradicional sino de un enfoque
diferente, moderno. Desde una posición
que se fundamente en la problemática especifica del hombre contemporáneo, desde
una perspectiva histórica que denuncie los errores cometidos, que rete las
perspectivas tradicionales, que lo cuestione todo, y que se cimente en una visión
e interpretación orgánica y cósmica de la existencia humana. En una educación edificada sobre una filosofía
existencial que explore el sentido y el propósito de la misma, en el contexto
del mundo contemporáneo y no en las falacias del pasado. En
suma, un sistema de educación que en el proceso de preparar a las nuevas
generaciones para sobrevivir en un mundo en el que el futuro se vislumbra incierto,
establezca una narrativa que enfatice la convivencia humana, la supervivencia colectiva,
la mutua dependencia y, sobretodo, que instile en las nuevas generaciones un respeto
profundo, visceral, místico y sagrado por el planeta que habitamos y por todos
los seres que lo pueblan sin distinciones de ninguna índole.
PROFESOR DE AUSTIN / USA
HILDEYARDO RAMIREZ PAREDES
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