Mal entendido fortalecimiento de Electroperú y Petroperú
Los rezagos del nacionalismo estatista predicado en la campaña electoral por el “Humalismo”, han persistido en el sector energético con los anuncios recurrentes del fortalecimiento de Electroperú y Petroperú. A nombre de esto se sigue prometiendo que en ellas se realizarán inversiones para ser actores importantes en el mercado. Mi posición queda muy clara: creo en empresas estatales competitivas que merecen fortalecerse, pero eso no se consigue haciéndolas participar en actividades sin rentabilidad económica y ni siquiera social, que es lo que se pretende hacer.
Pregonar que no debe hacerse las inversiones que anuncia el gobierno para las estatales de la electricidad e hidrocarburos, es tarea nada grata. Los adláteres taimados, con Registro Único de Contribuyente, salen al ataque personal y los empleados de las empresas, en lectura precipitada y sesgada, me identifican como enemigo. Más cómodo es silbar, mirar al techo, hacer informes sobre pedido y pasar por tesorería; no es mi estilo. Mi apego lo demuestro exigiendo prolijidad y racionalidad económica en la gestión.
Hoy Electroperú ya tiene bastante con los 544 Megavatios (MW) adquiridos a corporaciones privadas, que tienen hidroeléctricas en construcción. El precio medio de adquisición es 17% más elevado de lo que registran las transacciones por subasta y la colocación de la energía que se produzca a partir del 2016 generará pérdidas económicas de 26 millones de dólares anuales o de lo contrario ya encontrarán la forma de trasladarla al consumidor final, asumiendo un sobrecosto más. En esas condiciones quiere endilgarse la responsabilidad de construir una termoeléctrica de 200 MW para justificar un consumo de gas para los gasoductos que demagógicamente se han anunciado.
Por su parte a Petroperú más allá del oneroso costo que significa las cifras del Proyecto de Modernización de la Refinería Talara, se le quiere trasladar la responsabilidad de participar en un complejo petroquímico en la costa sur, que no tiene viabilidad económica y financiera. Señores del gobierno, no se fortalece una empresa aumentando el capital y haciéndola a participar en proyectos de costos hundidos, así lo que se consigue es disminuir el valor de las acciones.
Primeras horas del año
Hay de todo en esta primera mañana del año, pero quizás podemos separar a la gente que despierta en tres grandes grupos: quienes batallan silenciosamente contra una gran resaca de alcohol y comida, quienes descansan tras una celebración moderada, y quienes disfrutan de la frescura matinal de haberse recluido temprano la noche del 31.
¿Hay arrepentimiento? No tendría por qué haberlo, puesto que cada uno ha elegido su destino. Pero arrepentimiento puede darse en los tres casos. No siempre elegimos la noche que nos convenía. No olvidemos la difundida superstición de que la manera de recibir el nuevo año (colores, uvas, vueltas a la manzana maleta en mano) puede definir lo que sucederá a lo largo de él.
Pero hay la sospecha de que en los tres casos es inevitable una cierta sensación de tiempo detenido por unas horas. En los calendarios y agendas el cambio es claro, pero en el ánimo el año viejo aún tiene algo de sus garras clavadas en nuestra realidad, en la conciencia de nuestras rutinas, y al nuevo le faltan todavía un par de acordes para terminar de aparecerse.
Las reflexiones y resoluciones sobre los próximos 365 días suelen ser más bien cosas de los últimos días de diciembre, ejercicios para tratar de rectificar nuestra sensación de haber estado en falta con el año que ya partía, irremediable. Lo de esta hora matinal es más bien la perplejidad, y el secreto temor de que la fecha acaba de cambiar, pero que nosotros vamos a seguir iguales.
Además llegamos al 1.1.13 cargados de pronósticos ajenos en los que no terminamos de creer, convencidos de que las crisis económicas, las guerras y las catástrofes van a suceder lejos de nosotros. Tampoco nos importa mucho el destino de los diversos políticos en el año. Pero a la vez esta mañana nos resulta difícil imaginar algunos vaticinios para nuestras vidas.
En general los años personales nunca se parecen a sus pronósticos. En lo que toca a la vida diaria, una de las mejores opciones es que el próximo no sea tan diferente del año anterior: queremos mejoras y alivio, de pronto hasta que se nos cumpla con urgencia un milagro, pero incluso en esos casos, no queremos sacudones existenciales.
Por eso, resacados o reposados o con las pilas divinamente recargadas por la frugalidad, nos hemos inmovilizado un instante luego de despertar esta mañana. Preguntándonos, acaso sin conciencia de ello, si es que algo realmente ha cambiado durante la noche. O si por azar o equivocación no hemos sido lanzados, por ejemplo, directamente al segundo día del año, y lo que venga.
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