A PROPOSITO DEL ANIVERSARIO DE
LA
PROVINCIA DE TALARA
Las cinco llagas de Talara
Talara.- Hace muchos años un
famoso sacerdote italiano, A. Rosmini, escribió un libro que tituló "Las cinco
llagas de la Iglesia". A muchos les gustó, pero a muchos más les disgustó. A
todos nos molesta y nos preocupa que el médico diagnostique una grave
enfermedad, que celosamente ocultamos a la curiosidad de la gente. Dado que este
escrito está dedicado a la ciudad de Talara y a los graves problemas que aquejan
a este puerto, tengo el atrevimiento de diagnosticar algunas de las llagas que
empañan su rostro.
La primera llaga es la contaminación.
Muchos de nosotros, sin el menor sentido de lo que significa ser ciudadanos,
contaminamos diariamente nuestras calles y plazas, arrojamos la basura aunque
esto moleste a los demás, pintarrajeamos las paredes, arrancamos plantas y
pisoteamos jardines, etc., etc.. Junto a esto, está la presencia de empresas
industriales dedicadas a la explotación de petróleo que emanan humo y a veces
gases que se perciben por la ciudad. Algunos dicen que es el precio que hay que
pagar para que haya trabajo y dinero; sin embargo, esta es una gran mentira ya
que en nuestra ciudad el desempleo campea por doquier. Lo que sí es cierto que
hoy nuestra bahía es en un mar contaminado.
La segunda llaga, la insolidaridad. Son
muchos y preocupantes los indicadores de que la solidaridad humana se está
apagando en muchas áreas de nuestra vida social. El ruido y la vorágine de
nuestra ciudad no nos permiten escuchar el inmenso clamor del sufrimiento
humano. La lucha diaria por la vida concentra la preocupación en los propios
asuntos y problemas. Una difusa filosofía que comparten casi todos los
estamentos de la sociedad, sanciona el individualismo y absolutiza las propias
aspiraciones, contribuyendo a esa insolidaridad tan extendida. El "no me cuente
usted su vida" es un eslogan que, implícita o explícitamente, revela nuestra
falta de solidaridad. Se debe esto, sin duda alguna, al denso materialismo que
se ha convertido en sistema de pensamiento, método de lectura y valoración de la
realidad y también en un programa de conducta.
Tercera llaga, la corrupción. A diario
y a través de los medios de comunicación social, comprobamos cómo se ha quebrado
el comportamiento moral y, lo que es más grave, cómo se anestesia la conciencia
hasta perder la sensibilidad. La corrupción de los hombres públicos, el
enriquecimiento ilícito, "el pago de diezmos" -reprobado, pero en la práctica
aceptado como un mal menor-, la defraudación de impuestos, el cinismo con que
los medios de comunicación social deforman las noticias y el servilismo que
profesan ante el poder de turno, los despidos arbitrarios poniendo como pretexto
la crisis global, la valoración de la mentira como legítima arma política, etc.,
nos hablan de una sociedad carcomida por la corrupción, invadida por un cáncer.
Si la corrupción hubiera sido castigada y no amparada y encubierta por aquellos
que administran la justicia y velan por el cumplimiento de la ley, tendríamos
una sociedad más sana y transparente. La corrupción arruina la confianza y la
esperanza se esfuma y muere.
Cuarta llaga, la inseguridad.
Probablemente como reacción ante tanta pobreza, el desempleo y la exclusión,
muchos de nuestros jóvenes han optado por la violencia y, en esa escalada, no
respetan ni siquiera la vida humana. Qué puede esperar la sociedad de esas
hordas juveniles que atentan contra la propiedad pública y privada. ¿Acaso no
somos todos responsables de esta lacra social que ha causado tanto sufrimiento
en muchas familias talareñas?
Quinta llaga, la desestructuración
familiar. Muchos de nosotros aceptamos una práctica que la moral descalifica. Ya
no llama la atención la naturalidad con la que son asumidos por los jóvenes las
relaciones prematrimoniales sin medir las consecuencias, las aventuras
extramatrimoniales, la separación de muchos matrimonios, la práctica
generalizada de abortos clandestinos, el abandono de los hijos, la promiscuidad
sexual, las uniones de hecho y las parejas que no asumen compromisos
definitivos, etc. Todo esto nos está indicando cuán deteriorada está la
institución de la familia, célula básica de la sociedad. Nos olvidamos que la
familia es el hábitat natural de los hombres; ahí aprendemos a valorar aquello
que nos hará falta en la vida.
Cuando esto falla, no queda otro camino
que el resentimiento, la barbarie o la violencia. Dentro de todo este contexto,
es tiempo de cambiar. Salvo mejor parecer.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario