LA CÁRCEL DE LA LIBERTAD
Me pidió el padre Álvarez Calderón asistir al penal Castro Castro para
dialogar con los presos y escuchar sus inquietudes. Fui el martes pasado. Y en
efecto, encontré en una sala de adobe a unos cincuenta delegados de los
internos. Usaron varios elocuentemente la palabra. Gran sorpresa. No se trataba
de gamberros. Eran unos autodidactos. Explicaron el drama de su vida carcelaria
en que las horas son eternas y las enseñanzas mínimas. Cuando los
escuché, me ratifiqué en mi vieja posición de volver escuelas las prisiones. De
buscar el camino para que durante el día estén en los claustros penitenciarios
y durante la noche puedan pernoctar con sus familias. ¡Qué locura!, dirán algunos
Pero no se alarmen, sería un proceso paulatino, para llegar a ese nivel. Educar
es la idea. Busquemos ejemplos.
Vayamos a Europa. Las autoridades penitenciarias de Holanda
han decidido cerrar ocho prisiones debido a la falta de reclusos y recortar el
presupuesto. Holanda cuenta así con una estructura carcelaria para acoger a
catorce mil reos, pero el número actual es de doce mil. Para reajustar la situación,
las autoridades de dicho país alquilaron cárceles a sus vecinos belgas. Así, a
los Países Bajos le ingresan cerca de treinta millones de euros, únicamente con
el centro penitenciario de Tilburg, situado en la parte sur. Holanda cuenta con
una población de diecisiete millones de habitantes y tiene en la actualidad,
doce mil presos. Según el King’sCollege de Londres, EEUU tiene dos millones
trescientos mil presos en las ergástulas, lo que supone la cuarta parte de los
reclusos del mundo. Incluso tiene prisiones en la bahía de Guantánamo, situada
al sudeste de Cuba.
China, ex roja, ocupa el segundo lugar con un millón
seiscientos mil, a pesar de tener cuatro veces más habitantes que el país
norteamericano. Esta cifra excluye a los disidentes que están en el sistema
extrajudicial de reeducación por medio del trabajo. En Latinoamérica, Brasil
lidera el drama con 549.577 reclusos. Le siguen Colombia con 114.697, Perú con
59.451, Argentina con 59.227 y Venezuela con 50,000 mil presos. Recodar que, el
penal de Lurigancho hace dos años tenía doce mil reclusos, hoy enclaustra seis
mil, pero está preparada solo para tres mil. Así que la reducción es una
victoria relativa. Si existe hacinamiento, la rehabilitación es dificilísima.
El penal Sarita Colonia tiene capacidad para quinientos, pero hay más de dos
mil. En Castro Castro hay mil ochocientos y tiene capacidad para mil
doscientos. Son tan solo seiscientas personas, dirán algunos empíricos. La
realidad es que son inhabitables y sus internos,una hazaña reeducarlos.
La penitenciaria de Lima, que existía sobre lo que
es hoy el local de Sheraton -y en la que estuve preso juntamente con Prialé y
otros en julio de 1956- era mucho más ajustada a las normas penitenciarias pese
a haber sido inaugurada por Castilla en 1861. Empecemos con una ley de amnistía
e indulto político social y procuremos una legislación que prefiera educar a
castigar.
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