Polinesia: el paraíso que esconde una grave amenaza
La Polinesia Francesa, el grupo de islas ubicado en el Pacífico Sur que atrae a millones de turistas cada año por sus espléndidos paisajes, empieza a alertar a las autoridades. El problema radica en la enorme cantidad de residuos no reciclables generados por la actividad humana, que desde hace más de treinta años se acumulan de forma ininterrumpida en el entorno.
A partir de la década del sesenta empezó la importación de productos manufacturados en grandes cantidades, aunado a la instalación de pruebas nucleares. Resultado: Los niveles de aluminio, manganeso y algunos hidrocarburos en el agua subterránea superan los límites de seguridad, así como los contaminantes provenientes de los materiales de consumo humano. Otro factor importante es la generación de basura, que bordea las 60 mil toneladas por año.
Para enfrentar el problema, el gobierno optó por construir grandes silos para almacenar los desechos durante los próximos cuarenta años. “Al ritmo actual, estarán llenos en quince años”, sostiene Damas Bataillard a Le Monde, técnico a cargo del manejo de residuos en las islas. Otra medida fue aumentar los impuestos a los productos importados con envases excesivos, así como las sanciones a aquellas personas que no reciclen.
Pero el futuro sigue siendo desalentador. Las autoridades destinaron solamente 21 millones de euros para frenar la contaminación, cifra ínfima para las dificultades que atraviesa la Polinesia. Esto se agrava por la carencia de un marco legal efectivo que proteja el entorno: el archipiélago está exento de las leyes de la Unión Europea respecto al manejo de residuos tóxicos y no reciclables .
Algunos animales pueden transformarse en especies "zombies"
Los zombis no son exclusivos de algunas películas de terror estadounidense, también existen en la realidad. Si bien no están presentes entre los humanos, si lo están en el mundo animal. Es lo que concluyó un estudio realizado por un grupo de biólogos de la Universidad Estatal de Pensilvania, quienes analizaron un escenario zombi en un grupo de hormigas.
“Cada organismo que observamos tiene su propio parásito, pero solo una pequeña parte de ellos ha evolucionado hasta lograr este truco cruel de manipular el comportamiento del huésped que infectan”, dijo a CNN David Hughes, uno de los biólogos a cargo de la investigación. Los parásitos pueden vivir en el cerebro o en los tejidos musculares y eso puede llevar a algunos comportamientos extraños.
Hughes estudia al ophiocordyceps, un hongo oriundo de Tailandia que libera esporas que atacan a las hormigas carpinteras. Esta abandona su nido y empieza a “caminar erráticamente en todo el bosque durante un par de horas”, dijo Hughes. Luego, la hormiga va a la parte inferior de una hoja y se cuelga de cabeza para morir. De la cabeza del cadáver de la hormiga brotan más hongos, que emiten esporas, infectando más hormigas.
Cabe resaltar que la hormiga no es el único animal que puede padecer esta afección. Un comportamiento similar se detectó en gusanos giordanos, o en ratas infectadas por el parásito toxoplasma. Incluso, los humanos podríamos no ser inmunes a los parásitos. Así como a las ratas, el toxoplasma infecta a los humanos, aunque aún no se sabe si podría modificar el comportamiento.
La fructuosa podría causar obesidad
Un grupo de científicos usó imágenes tomadas por resonancia magnética para demostrar por primera vez que la fructuosa, un tipo de azúcar cada vez más común en la dieta estadounidense, puede provocar cambios en el cerebro que podrían llevar a comer en exceso.
Después de tomar una bebida endulzada con fructuosa el cerebro no estimula la sensación de saciedad como lo hace cuando se consume glucosa simple, según los científicos, quienes pertenecen a una investigadora federal estadounidense. .
El estudio es pequeño y no demuestra que la fructuosa, o su pariente, el jarabe de maíz de alta fructuosa, pueden causar obesidad, pero los expertos señalan que agrega evidencia de que podrían influir en ello. Estos azúcares suelen ser agregados a los alimentos y bebidas procesados, y su consumo ha aumentado exponencialmente desde la década de 1970, al igual que la obesidad. Una tercera parte de los niños y adolescentes y más de dos terceras partes de los adultos estadounidenses son obesos o tienen sobrepeso.
Los azúcares son diferentes, incluso aunque contienen la misma cantidad de calorías, porque se metabolizan de diferente manera en el cuerpo. Por ejemplo, sl azúcar blanca se llama sacarosa, tiene mitad de fructuosa y mitad de glucosa. El jarabe de maíz de alta fructuosa tiene 55% fructuosa y 45% glucosa. Algunos expertos en nutrición señalan que este endulzante podría representar riesgos especiales, pero otros y la industria alimenticia rechazan esa afirmación. Los médicos simplemente dicen que comemos demasiada azúcar en todas sus formas.
Para el estudio los científicos usaron imágenes tomadas por resonancia magnética (MRI por sus siglas en inglés) para revisar el flujo sanguíneo en el cerebro en 20 personas jóvenes con peso normal antes y después de que consumieran bebidas con glucosa o fructuosa durante dos sesiones, con varias semanas de diferencia.
Las imágenes captadas mostraban que beber glucosa “apaga o suprime la actividad de las zonas del cerebro que son cruciales para el apetito y la saciedad por los alimentos”, dijo uno de los líderes del estudio, el médico endocrinólogo de la Universidad de Yale Robert Sherwin. Con la fructuosa “no vemos esos cambios”, dijo. “Como resultado el deseo de comer continúa, no se apaga”.
Lo que se recomienda es cocinar más en casa y limitar los alimentos procesados que incluyen fructuosa y jarabe de maíz con alta fructuosa, sugirió Purnell. “Traten de evitar las bebidas endulzadas, esto no significa que nunca las puedan tomar”, pero sí que se debe controlar su ración y la frecuencia con la que se consumen, dijo.
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