Ministros en calzoncillos
Con frecuencia, la sociedad espera de los medios de comunicación más de lo
que estos pueden entregarle.
Eso volvió a ser evidente en una de las mesas redondas del foro sobre
educación organizado esta semana por la Fundación Santillana. Ahí, a tres
periodistas –Clara Elvira Ospina de América, el ‘Chema’ Salcedo de RPP, y este
columnista– nos preguntaron por el papel de los medios en la educación.
Con distintos enfoques e intensidades, las respuestas ante una asistencia
nutrida de educadores fue que no le pidan peras al olmo, pues los medios van por
otro lado, lo que no impide olvidar que, de refilón y de taquito, sí podrían
ayudar a construir una sociedad mejor educada.
Como advertí cuando me llamaron, y reiteré al inicio de mi intervención, me
sorprendía mucho la invitación a esta mesa moderada por Ricardo Cuenca –quien sí
sabe de educación, y bastante–, pues yo, de educación, solo sé que es
importante, y de lo poco que sé de los medios es que, con frecuencia,
especialmente la televisión, no se ocupa de cosas ‘importantes’ porque estas son
apabulladas por el rating.
El interés del televidente por las peripecias de Florcita, familia y colegas
de farándula, comprueba, sin contemplaciones, que lo lucido derrota a lo lúcido
sin atenuantes. Que la basura pura y dura vende y bien.
Así, antes que preguntarles a los medios qué pueden hacer por la educación,
más útil sería preguntarles a los educadores qué quisieran que los medios hagan
por ellos.
Pero eso requiere que el educador conozca, primero, los criterios del
periodismo para procesar, seleccionar y jerarquizar las noticias.
Segundo, conocer la gran competencia entre fuentes de información –públicas y
privadas– para capturar la atención de los medios.
En ese proceso, la educación debe aprender que requiere revestirse de lo
necesario para ser más ‘interesante’ de manera que ayude a los periodistas a
despabilarse para comprender que en la educación también hay historias por
contar para capturar la atención del ciudadano. Por ejemplo, que muchos sueldos
en el magisterio público implican que los maestros y sus familias vivan cerca de
la línea de pobreza.
No es fácil, pero los educadores deben hacerlo. Miren, nomás, lo ocurrido
hace tres semanas cuando el ministro de Educación fue al Congreso a exponer los
avances en su sector, y ni a los parlamentarios ni a los medios les interesó lo
sucedido.
La próxima vez que Jaime Saavedra vaya al Congreso debería ponerse ‘más
interesante’. Por ejemplo, dar su discurso en calzoncillos parado en la curul.
De repente entonces los medios le empiezan a prestar un poco de atención y hasta
sale en la portada, lo que no ocurrió la otra vez.
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