domingo, 19 de junio de 2011

OPINIÓN… Las plagas mortales del siglo XXI (*)

En primer lugar, es necesario dejar claramente establecido que son muchos los beneficios de los que gozamos viviendo en la época actual.  Cabe destacar entre ellos, los avances impresionantes que hemos logrado en todos los campos de la medicina, la ciencia y la tecnología y, especialmente, en los medios de transporte y comunicación que, de una u otra manera, no sólo han acortado las distancias geográficas sino que están haciendo factible la posibilidad de tener una visión más real y actualizada del mundo circundante tanto a nivel local, nacional como global.

Existen asimismo otros aspectos de la vida moderna a los que no estamos prestándoles la urgente e inmediata atención que requieren, pero que nos están impactando de manera destructiva no solo fisiológica, sicológica y culturalmente; sino que, más aterrador aun, están mermando incluso los cimientos mismos sobre los que fundamentamos nuestros valores ético-morales más elementales.

Todas las ciencias que se enfocan en el estudio de los diversos aspectos de la condición humana convergen en el hecho de que el inevitable ajetreo de la época moderna y la complicada lucha diaria por la supervivencia, están afectando gravemente nuestro estado anímico a través de ese fenómeno muy moderno que denominamos estrés y que nunca se manifiesta aisladamente sino que siempre viene acompañado de sus secuaces la depresión y sus diversos cuadros ansiolíticos.  El peligro del estrés radica en el hecho de que no sólo nos mina y desgasta sicológicamente, sino que se ha convertido probablemente en el factor más importante que nos predispone y nos hace vulnerable a otras enfermedades porque debilita el sistema inmunológico.  Por esa razón consideramos el estrés como la plaga número uno de la época moderna.

La segunda plaga que está impactando la calidad de nuestra existencia es el consumo diario de productos alimenticios como la carne, la leche, la frutas, y los vegetales que vienen ya contaminados por compuestos carcinógenos como son los fertilizantes, los pesticidas, los fungicidas, los antibióticos, las hormonas artificiales, y todos aquellos productos químicos utilizados para promover su rápido crecimiento y la abundancia de los mismos.  Esta abundancia que se manifiesta en lo que denominamos comida chatarra o comida rápida abundante en grasas, en productos tóxicos porque son procesados artificialmente, no solo están causando epidemias de colesterol, diabetes, presión arterial, derrames cerebrales, ataques cardiacos, sino que está produciendo un peligroso incremento de obesidad desde muy temprana edad.  Peor aún, esta dieta moderna es uno de los factores primordiales en la proliferación de esa otra plaga mortífera que es el cáncer manifestado en sus diversas formas. 

Está probado científicamente, aunque la industria alimenticia y toda la industria relacionada con todos los productos mencionados en este artículo lo sigan negando, que el cáncer, la tercera plaga moderna, es producido por la peligrosa convergencia de todos estos factores dietéticos en conjunción con la contaminación del medio ambiente en que existimos.  Y cuando decimos medio ambiente no solo nos estamos refiriendo a la contaminación del aire, el mar y la tierra, sino también a todos aquellos productos que utilizamos en nuestro diario devenir y que aunque no los consumimos directamente son productos en cuya fabricación se utilizan materiales y substancias carcinógenas.  La lista de estos productos es larga, pero resaltamos entre ellos el formaldehido o formol, utilizado en la fabricación de las maderas contrachapadas y comprimidas y todos los productos manufacturados con poli estireno cuya lista sería larguísima porque es utilizado en la fabricación de casi todos los productos y artefactos electrodomésticos que utilizamos diariamente en casa y fuera de ella como televisores, frigoríficos, juguetes, cajas, envolturas, todo tipo de envases que no sean de vidrio o madera, y todos aquellos productos desechables como vasos, platos y cubiertos.  Y esto sin incluir los productos químicos que diariamente utilizamos en la limpieza tanto domestica como corporal.  Las substancias o gases tóxicos que estos productos emanan obviamente no son percibidos o sentidos, y por ello nuestra indiferencia, pero son gradual e inevitablemente absorbidas por el organismo humano. 

La cuarta plaga que como una pestilencia virulenta está azotando el siglo veintiuno, es la corrupción moral y espiritual que se ha extendido por todos los estratos económicos, políticos y sociales, y no solo a nivel nacional sino global.  Se ha producido algo así como un desgaste, un desmoronamiento y resquebrajamiento profundo de los principios morales y éticos en que se fundamenta la coexistencia social.  La humanidad está travesando por un periodo angustiante de crisis ético-moral sin precedente en su larga historia.  Y esta corrupción, manifestada en todos sus aspectos, quizá sea, a fin de cuentas, el combustible primordial que está generando, de una u otra marea, directa o indirectamente, todas estas diversas plagas.

Y esta situación no es un fenómeno que se ha producido de la noche  a la mañana, sino que es el resultado de toda un serie de factores que camuflados bajo el nombre de progreso industrial, técnico, económico y social se han ido acumulando durante los últimos tres siglos y que, gradual e inexorablemente, han ido minando las estructuras económicas, políticas, culturales y espirituales de nuestras sociedades.  El futuro, en estos tiempos, se vislumbra incierto para toda la humanidad.  A diferencia de las plagas bíblicas que eran temporales, las plagas modernas tienen combustible para rato.

¿Qué opción nos queda a los individuos? Continuar expresando nuestras protestas mientras podamos, continuar educándonos sobre esta situación, discutir nuestras perspectivas sobre la misma con otros ciudadanos, y tratar de llevar una vida activa, digna y sana que refleje claramente de que somos conscientes de la encrucijada en que nos encontramos.

(*) Hildeyardo Ramírez Paredes
Talara -Perú
Director del Departamento de Lengua
St Stephen’s School
Austin, Texas – USA

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