VERGONZOSA TORRE DE BABEL
Siempre
ha sido nuestra preocupación la construcción de institucionalidad en el país,
pues hemos venido subsistiendo en las sombras de la informalidad que se ha
infiltrado en las entrañas del Estado convirtiéndolo casi en un Estado informal
que no conduce a nada bueno. Las criolladas y las ineficacias gubernamentales
ya no deben ser toleradas: o funcionamos como Estado o volvemos a un
inaceptable, inútil y autodestructivo caudillismo.
Es
vergonzoso lo que viene ocurriendo luego que, de manera irresponsable, tanto la
ministra de Relaciones Exteriores como el de Justicia, provocaran una
irregularidad de gran magnitud al no señalarle al presidente que no puede
utilizar una escala técnica para sostener reuniones de Estado con el presidente
del país donde su avión está de tránsito y, más aún, cuando en el Congreso la
autorización de viaje y los parámetros de los temas a tratar en el exterior
fueron olímpicamente desbordados.
Si
cada funcionario comienza a hacer lo que le viene en gana sin respeto de la
institucionalidad estatal, los demás comenzarán a hacer lo mismo y seremos un
país sin liderazgo definido, motivo por el cual, no es admisible la tesis
asumida por algún congresista oficialista para responsabilizar de todo a
funcionarios de la Cancillería de segundo nivel, porque los ministros deben
asumirla a plenitud; sin embargo, como la mañosería política se ha empoderado
impunemente en el Congreso, los cubileteos para el siempre útil del doy para
que hagas y hago para que des, se están impulsando groseramente para inclinar
los votos hacia la impunidad de siempre.
Casi
simultáneamente una jueza dispone el procesamiento penal de una casi veintena
de sujetos detenidos por presuntos actos de colaboración con el narcotráfico y
terrorismo, pero poniéndolos en libertad, levantándose por todos lados
protestas legítimas pero no necesariamente correctas pues otro órgano
jurisdiccional ha impuesto condena a solo dos sujetos por los violentos sucesos
de La Parada.
Nadie
recuerda que ahora, con el vigente Nuevo Código Procesal Penal, hay una
corriente garantista cuya prédica desde los ochenta, promovida por los
ideólogos llamados “caviares”, impulsa un método de valoración probatoria muy
exigente para ordenar una detención, de modo que, si la Fiscalía y la Policía
hacen una mala investigación, no esperen nada bueno en el proceso. El
desaliento cunde por todos lados y no se siente liderazgo alguno.
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