jueves, 11 de agosto de 2011

OPINIÓN…Sobre brujos, tamales y fracasos

Autor:
Miguel Godos Curay (*)

No hay en Las Huaringas, por el momento, ningún maestro curandero que haya inventado en su genialidad un antídoto efectivo contra el visceral miedo de los estudiantes piuranos a las matemáticas. Este temor acompaña también los indecorosos temores a las ciencias. Últimamente, lo muestran los puntajes obtenidos, los bajos rendimientos son desoladores. En los exámenes lo estudiantes balbucean de memoria claves. "Clavetear" significa repetir de memoria soluciones. Nunca pensar, razonar, indagar una verdad demostrada y demostrable. Por eso los bancos de preguntas son el monte de piedad de la indigencia académica. De algún modo son el fracaso educativo en el suelo. 

No se piense que nos va a mejor en letras y humanidades. La horrenda ortografía, la incultura a flor de piel y la ignorancia brotan por los poros. Muchos docentes, por ejemplo, no han leído El Quijote ni en resúmenes. Peor le va a autores esenciales de la peruanidad como al Inca Garcilaso de la Vega y sus "Comentarios Reales". La consolación de los tontos son los cientos de monografías pegoteadas y pirateadas de Internet de fuentes tan sórdidas como "El rincón del Vago" en donde los estudiantes en un menudo e inconexo injerto de barbaridades finalmente, con apariencia impecable, imprime una monografía. El producto no tiene pies ni cabeza. Contados son los estudiantes con una afortunada cita bibliográfica. 

Hay una crisis de lectura y de lectores. Hay una crisis de docencia y de decencia para admitir que no se lee y no se investiga con seriedad. Hay en nuestros estudiantes una frescura de lechuga para admitir y tolerar con astucia, la inteligencia orientada hacia el mal, la "copia" en los exámenes como un acto natural. Existe una dislexia para las ciencias pero también para los carnudos asuntos éticos y morales. Por eso, no nos extraña, que los proyectos de mejora de la calidad de la educación sean más de lo mismo. Partituras pirateadas para músicos inexpertos y estudiantes sordos. Estamos haciendo las cosas mal y presumimos que vivimos en la región de las maravillas. Lo despistes se suman en cadena. 

Muchos educadores y padres de familia con criterio erróneo y con inaudita superficialidad confunden la forma con el fondo. Se preocupan más por los uniformes, el cursito de chefs, la hora loca, equívocos ejercicios de representación donde los niños dejan de ser niños para jugar el papel de adultos. Muchos padres babean de felicidad viendo a sus hijas contorneándose sensualmente como "chaquiras". Por supuesto que es numeroso el tamal de incongruencias que se observan en la educación pública y privada. En la escuela que antepone las apariencias a los contenidos esenciales. El fracaso está cantado. 

¿Qué hacer? Son muchos los caminos que se pueden abrir para innovar nuestra educación. El primero de ellos es partir de la realidad. No se puede dislocar la educación inicial, de la primaria, la secundaria y la universitaria. Innovar requiere abandonar ese fracasado modo de hacer las cosas. Y entender que la educación no es repetir lo ya tantas veces repetido hasta la saciedad. Sino echar al tacho de las inutilidades humanas las viejas frustraciones, los bancos de preguntas y reencontrarnos con el conocimiento fresco y el afán crítico de obtener mejores resultados. Como diría el genial Sérvulo Gutiérrez: "La luz de los grandes pintores (maestros) está en la mente, la inteligencia y en la imaginación".

(*) Periodista.

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