miércoles, 3 de agosto de 2011

OPINIÓN…Piruetas y marionetas

Escribe:
Guido Lombardi (*)
 
Hay quienes creen que todos los problemas pueden resolverse a través de un dispositivo legal (leyes, ordenanzas, decretos, resoluciones y, si se da el caso, sirve hasta el visto bueno del ordenanza de turno y ya tenemos el Cristo Acrílico). De esos tenemos por doquier en estos pagos. Nacionales e importados; mujeres y hombres, sin importar su opción sexual. Evangélicos y católicos, de izquierda y de derecha. Quizá con un ejemplo me pueda explicar mejor. La Organización Internacional del Trabajo (OIT), una de las muchas oficinas especializadas de Naciones Unidas, luego de rigurosas investigaciones y sesudos debates, llega a la conclusión de que cargar más de 50 kilogramos de peso causa daños severos en la salud de estibadores y porteadores, y propone un convenio para poner fin a semejante abuso. Sometido a debate en el Congreso pasado (2006-2011), y antes de que fuera aprobado casi por unanimidad (con la solitaria abstención del suscrito), mis colegas no aceptaron la invitación que les hice, cordialmente, para caminar hasta el Mercado Central y observar en vivo y en directo cuánto carga un porteador en esa zona, en el centro mismo de la capital. Más de uno pensaría ¿para qué? Total, aprobamos el Convenio y santo remedio. Pues no. Ningún remedio. Cualquiera que se dé una vuelta, sobre todo por los puertos fluviales, verá –si tiene ojos de ver– cuánto carga un estibador, sin importar si es adulto o niño. No es suficiente aprobar el convenio o dar la ley si, a la vez, no dotamos al Ministerio de Trabajo de los inspectores suficientes que puedan sancionar su incumplimiento.

Los que así piensan están convencidos de que si el dispositivo legal a crearse, modificarse o inventarse es la Constitución, no solo se resuelven los problemas, sino que la realidad se acomoda a nuestros deseos y podemos “moldear” la sociedad a nuestro gusto. Ellos son, por supuesto, los alfareros que le darán forma a esa nueva sociedad, dibujada a través de complejas fórmulas legales (mientras más incomprensibles para el lego, mejor) y plasmada en la realidad gracias a la sólida capacidad, indudable probidad y comprobada eficiencia de la administración pública en el Perú. Ironías aparte ¿cómo es posible que estemos de nuevo en el embrollo de una reforma constitucional a través de una Asamblea Constituyente, nada menos? La Constitución vigente ha sido modificada media docena de veces y seguramente necesita otras, pero ¿un poder paralelo? ¿Eso quería el presidente Humala con su alusión del 28? ¿Darle gusto a Javier Diez-Canseco, que ahora proclama la vigencia de una Constitución que se negó a firmar? ¿Quién es la marioneta y quién el titiritero?
 
(*) Político / Periodista

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