domingo, 14 de agosto de 2011

OPINIÓN…Periodismo y patrones de comportamiento

Autor:
Andrés Abad Tejada (*)

A los periodistas y/o comunicadores sociales que están acostumbrados a portarse como les da la gana, sin respeto alguno hacia las personas, dignidades e instituciones, tiene que molestarles que se impongan algunas reglas de juego en el trato entre la prensa y la autoridad, no porque se atente contra la libertad de prensa ni de expresión sino por el simple capricho de querer siempre salirse con la suya.

En nuestro país (y la mayoría de naciones de América Latina) es común el espectáculo que arma la prensa cuando entrevista a una figura pública, pues no sólo se forma un bosque de micrófonos, cada cual más cerca de la boca del entrevistado, sino que los periodistas y/o comunicadores sociales, especialmente aquellos que trasmiten “en vivo y en directo”, pugnan por colocar audífonos en las orejas del personaje al que han arrinconado, para que los presentadores que están en el set de la TV o en el estudio de la radio, puedan hacer, por su parte, también su faena. Y vaya a ver el tipo de preguntas que formulan, muchas de ellas sin sentido o difíciles de entender.

Ese tipo de espectáculo no se ve en países como Estados Unidos ni en los de Europa, donde el respeto a la libertad de prensa es ejemplar. Y cuando alguien formula una observación en ese sentido, la respuesta de los coleguitas es la misma: “Estamos en el Perú”, es decir en el reino del desorden, de la falta de respeto a la persona humana y de la impunidad, como si la mala conducta de los “microbuseros” se hubiera trasvasado al cerebro de una gran mayoría de  reporteros.

Pues bien. No se trata de defender a los congresistas sino al Congreso. Y si hablamos del Congreso de la República, ya es tiempo que veamos en esa institución como lo que es: el primer poder del Estado, y no porque se le haya ocurrido a algún político darle esa denominación sino porque es el pilar de la democracia, sistema que al decir de Winston Churchill es el mejor, a pesar de todas sus deficiencias. Lamentablemente, en nuestro país, no todos los miembros del Congreso están preparados para legislar y darle lustre al Parlamento Nacional, sino todo lo contrario.

Este comentario viene a raíz de la decisión que tuvo el Congreso de aprobar la sanción a la señora fujimorista Martha Chávez en sesión reservada. Un sector de la prensa que defiende al fujimorismo (y a la congresista suspendida) reclamó porque no se había permitido el ingreso de la prensa a esa sesión, y la razón era simple: no permitir que el circo que armó la citada señora el 28 de julio continuara.

Por ahí se ha insinuado que la Mesa Directiva del Congreso ha actuado dictatorialmente, y quienes lanzan esa acusación no se acuerdan que durante el fujimorato, régimen al que defendían y lo siguen haciendo ahora, era pan de cada día convocar a sesión secreta o a sesión reservada cuando se quería aprobar leyes que le permitiera al dictador seguir atropellando a la población sin respeto alguno por nadie ni por nada.

Así como se alega que el periodista y/o comunicador social tiene que ser testigo de los acontecimientos, también los hombres y mujeres de prensa debemos recordar que nuestra actuación tiene que estar enmarcada en el respeto a las normas, a informar con la verdad, a ser imparciales, a mantener los principios que la ética y la moral nos obligan, sin necesidad de caer en bravuconadas ni amenazas, porque el rol del periodista es diferente al que se practica en varios medios de comunicación de nuestro país, donde hay presentadores de televisión y directores de periódicos que se creen dueños de la verdad o que su palabra es la ley.

Los periodistas y/o comunicadores sociales no debemos caer en la autocensura y si queremos que nos respeten, pues empecemos nosotros a respetar. Queremos que nos crean, pues bien empecemos por ser veraces y ganaremos credibilidad. Queremos que nos den el lugar que merecemos dentro de la sociedad, entonces demos a todos los miembros de la sociedad el lugar que cada quien merece. Así de fácil son las reglas de juego, aunque esto seguramente no está en la mente de algunos directores de medios que en su peculiar forma de hacer periodismo creen que “se debe dar duro, a matar” a los ministros, a los funcionarios, a los congresistas, a los policías porque, para ellos, nadie es eficiente o bueno, nadie cumple con sus obligaciones y sus deberes y todos son una sarta de delincuentes.

Y de tanto practicar ese tipo de periodismo y comunicación social se suele caer en delitos tipificados en el código penal: difamación e injuria. Practicando un buen periodismo sin censuras, se evita todo esto y se logra más bien el reconocimiento de la sociedad a la que se sirve. Salvo mejor parecer.

(*) Comunicador Social.

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