martes, 16 de agosto de 2011

OPINIÓN… Cuidemos los bolsillos

Autor:
Miguel Godos Curay (*)

Los nuevos centros comerciales instalados en Piura aumentan semana a semana su clientela. Para los piuranos pagar un poquito más pero en un establecimiento limpio y con peso completo resulta cómodo. El Mercado central, sin embargo, sigue lleno. Aquí las amas de casa regodean el precio sin percatarse que a menos precio peso incompleto. Todas las balanzas del mercado a decir de los propios mercaderes son "mañosas" y "roban".Peso completo hay en contadas excepciones. Las cuartillas, por ejemplo, nunca tienen los 25 limones y el concepto de calidad-precio no importa a los asiduos concurrentes acostumbrados a fórmulas de vendedor que dicen: "chico y grande", "maduro y remaduro". Productos en realidad inaptos para el consumo humano.

Pese a la quejas el mercado sigue lleno. La economía se mueve. En los centros comerciales se paga con tarjeta. En el mercado con soles contantes y sonantes. La persona que tiene en sus manos una tarjeta vive una ilusión transitoria de capacidad de compra sin percatarse de los costos a futuro. Esa es la clásica euforia del comprador compulsivo. Se precisa que las deudas promedio generadas por una tarjeta oscilan entre los 2 mil a 8 mil soles. Y se convierten en una cadena inacabable de intereses que suman, mes a mes, como una bola de nieve. Finalmente el deudor tiene dos opciones: el refinanciamiento de deudas insostenibles o el perro muerto con el consiguiente reporte a las centrales de riesgo. El pecado mayor es gastar lo que no se tiene en un momento en que no se debe.

Obtener una tarjeta no es complicado basta el DNI, un recibo del servicio de agua o de consumo eléctrico. Con la tarjeta en la mano no queda sino probar cómo se puede comprar sin dinero en el bolsillo. Un pollo a la brasa en nuevos soles puede costar 32 o 34 soles. En dos o tres partes, pagado con tarjeta, cuesta por encima de los 70 nuevos soles. En muchos casos los consumidores no somos advertidos de los costos mensuales de mantenimiento de la tarjeta, seguros y otros pagos que la convierten en una peligrosa fuente de generación de deudas. A la comodidad aparente hay que sumar las amenazas para la economía familiar. Sucede lo mismo con los créditos bancarios fáciles de adquirir pero onerosos al pagar. La asimetría informativa persiste y los locadores bancarios lejos de advertir estos riesgos los alientan con entusiastas ofertas que lo pondrán con la soga al cuello. Los servicios bancarios son buenos y recomendables para pagos de sueldos y planillas, para operaciones en las que portar el efectivo es un riesgo. Pero no hay que olvidar que todas las operaciones bancarias tienen un costo. Casi siempre inadvertido.

Otro problema que se observa es el acoso telefónico a clientes potenciales mortificante y detestable. En estos casos es conveniente aplicar los mecanismos de queja que cautela el Código de Protección de los Consumidores. Un mecanismo efectivo de demandas es el Libro de Quejas y Reclamaciones que debe estar a la vista y accesible a los consumidores. Pese a lo prescrito por la normativa vigente, muchos establecimientos no lo exhiben ni lo muestran. Otros establecimientos no emiten comprobantes de pago con valor fiscal y se ha convertido en una práctica reiterada los donativos de céntimos a instituciones de bien social sin que se precise ¿cómo? y ¿cuándo? se entregan estos aportes y ¿quiénes? son los beneficiarios. No existe tampoco un mecanismo que permita un control detallado a los consumidores de estos aportes filantrópicos en apariencia insignificantes pero que finalmente suman grandes cantidades de dinero.

Los buenos consumidores deben libreta en mano registrar la evolución de los precios. Muchas de las ofertas 2 X 1 o 3 X 1. En realidad no lo son. Se trata de artificios publicitarios considerados por el Código de defensa del Consumidor como información que induce al error del consumidor (Artículo 3º) o publicidad engañosa (Artículos 13º, 14º , 15º y 16º).

Un aspecto del Código de Defensa del Consumidor pocas veces invocado es el referido a Productos o Servicios Educativos (Artículos 73º,74º y 75º) que se extienden a centros educativos sean estos primarios, secundarios y otros establecimientos privados en los que muchas veces la oferta prometida no se ajusta al servicio prestado en la realidad. Por ejemplo, no se brinda información por escrito sobre las características económicas, ventajas y condiciones del servicio, pagos, certificaciones. El condicionamiento de la entrega de documentos a pagos distintos a los pactados está penado.

También son del alcance del Código de Defensa del Consumidor los productos o servicios inmobiliarios. En donde se omite deliberadamente información contractual, información legal del proveedor, precios e intereses y saneamiento por parte del proveedor. Los servicios financieros por instituciones supervisadas por la Superintendencia de Banca y Seguros también son del alcance del Código. En aspectos relativos a transparencia, publicidad, pagos anticipados, reclamos, garantías. Los consumidores no estamos indefensos. El reclamo es un procedimiento al que todos tenemos derecho sobretodo cuando sentimos que nos muerden el bolsillo, nos engañan o pretenden tratarnos sin consideración ni respeto.

(*) Periodista.

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